
Poner en juego nuestras entrañas para dejar que, desde ellas, nazca un nuevo 'hágase' que de a luz nuevamente al Señor, que le permita encarnarse en cada realidad.
Dejar que la conversación vaya desbloqueando nuestras parálisis para poder coger las camillas en las que nos postran nuestra tristeza, nuestros desconsuelos, la sensación de impotencia, la fragilidad y los miedos... y dejar que la 'gracia' que Él sigue derrochando en nuestra debilidad, llegue a quienes más lo necesitan en forma de gestos concretos (Jn 5, 1-16). Encontrarnos con el Otro presente en cada otro.
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