En estos días en los que
estamos viviendo este ayuno de abrazos, de los que tanta necesidad tenemos,
quisiera compartir algo de lo vivido en la experiencia apostólica del noviciado
de la que he regresado hace unos días.
Si tuviese que quedarme
con una sola palabra para condensar toda la experiencia sería “abrazos”.
El primer día que fui al
cole, terminé el día sobrecogida por la cantidad de abrazos que había recibido
de tantos niños. Me llamó mucho la atención que abrazar fuese algo tan natural
en ellos. Mi sorpresa fue aún mayor, cuando iban pasando los días y las
carreras para abrazarme continuaban.
Abrazar, es el gesto con
el que expresan su cariño, su acogida, su alegría, su agradecimiento… Poco a
poco fui descubriendo que esos abrazos son también el fruto del amor que
reciben.
Este derroche de ternura de los niños, me devolvió a la raíz de mi vocación personal y me ayudó a ahondar en ella, al volver a experimentar el abrazo de Dios.
Ahondar en ese abrazo, en
la experiencia de la Bondad y el Amor gratuito de Dios conmigo, despierta en mí
un profundo agradecimiento por tanto recibido y una invitación a vivir fundida
en su abrazo en lo pequeño y concreto de cada día, para desde Él, abrazar a mis
hermanos, abrazar la vida.
Así es, Mar, esta es "la casa de los abrazos cotidianos", fruto del amor que reciben cada día de este equipo de personas que son también abrazables. Agradecidos del aire fresco que nos trajiste y de que hayas sido para nosotros Abrazo de Dios. Te queremos
ResponderEliminarCuanto echo de menos esos abrazos y a ti tsmbien.Nos vemos pronto.Sigue con esas sonrisa que tanto ilumina por donde pasas. Besotes millll
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