Esto es lo que significa el nombre de Bakhita en castellano, y cuando en un momento de su vida le preguntan si cree que es adecuado su nombre, ella reconoce con agradecimiento que sí, que todo lo que le ha ido aconteciendo en la vida la ha ido conduciendo hasta ese momento. Se siente profundamente afortunada.
Una niña convertida en esclava, una mujer maltratada y abusada acostumbrada a ser mirada como objeto y no como persona. Una mujer a quien el sufrimiento no le endurece el corazón. Una persona con una mirada sensible y atenta, con una bondad natural que penetra con hondura la realidad y la capacita para aliviar y consolar.
Afortunadas fueron, sin duda, las personas que tuvieron la suerte de estar cerca. Estar junto a ella no dejaba a nadie indiferente, ¡tampoco a aquellos que se sintieron con derechos sobre ella o le rechazaron insistentemente!
Y sí, también afortunada ella. Porque la gracia de Dios, a quien tardó en conocer, estuvo siempre en ella y se dejó ver en su capacidad de escuchar y de compadecerse, en su mansedumbre y en su serenidad y fortaleza interior.
Mirando su vida hoy, resuenan esas palabras de Claudina en las que nos invita a estar dispuestas a sufrirlo todo de todas y a no hacer sufrir nada a nadie. Afortunadas también nosotras si nos abrimos a la gracia que Dios nos regala y la dejamos actuar. Sólo así podremos aliviar, consolar, perdonar... Sólo así podremos ser sal de la tierra y luz del mundo.
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