TU ABRAZO,
tan deseado y tan temido,
tan esperado y tan sorprendente.
Por fin ha llegado,
cuando nada esperaba,
al acabar una oración
y pronunciar tu Nombre:
¡¡PADRE!!
Sin más pretensiones, sin más preparación,
quizás por eso Tú te has lanzado
al corazón desprogramado,
al corazón libre y despreocupado,
al corazón limpio y débil
que no es más, que no aparenta,
que no busca conseguir, ni atrapar...
que ES y espera...
En medio de la serenidad de un corazón
que se siente pequeño, pero amado y comprendido,
Tú has llegado.
Como una ola que arrasa todo miedo,
como una luz que borra toda oscuridad,
como una lluvia fresca que despeja y hace renacer,
como una certeza que nos deja desnudos
pero confiados.
Tu abrazo Padre,
tu abrazo no esperado pero deseado,
me ha dejado sin palabras,
en SILENCIO...
Silencio habitado, habitado por el AMOR
que no necesita palabras para que entendamos
lo que es, y hacia dónde nos lleva.
Silencio que me ha llenado el interior
de fiesta, de alegría, de plenitud, de VIDA.
Ningún músculo de mi cuerpo ha querido
moverse para no estropear el momento.
Ni los pies se han removido,
ni las manos han querido lanzarse a escribir
este gran momento, ni la cabeza...
sólo respirar y orar.
Sentir.
Agradecer.
Latir.
SER en Ti.
¡¡GRACIAS!!
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