Es lo primero que me viene al pensar en el fin de semana de encuentro de formación que tuvimos hace unos días en Los Molinos. Éramos 10 (para 9 ó 10 habitaciones, según se mire). Cada una de las personas que estaba me parece un regalo. Me quedo con la alegría compartida desde la llegada y con la ilusión por compartir... entre nosotras, con otros y con Él. También me quedo con algunos paseos o conversaciones "one to one" y con ese escuchar desde el corazón, al juntarnos todas, lo que Dios va tocando en y a través de cada una. Agradecer a veces por poner palabras o abrir cosas nuevas. Y queriendo vivir desde la lógica del que ama sin límites, acoge sin límites, perdona sin límites y levanta sin límites. Hablamos del perdón y la resiliencia, desde el carisma de Jesús-María, llevado a la vida. Se ha caído la palmera, señores? O no… Hoy me ha alegrado muchísimo ver cómo un niño de 4 años al que nunca había visto reírse y diría que ni hablar, estaba feliz, riendo y corriendo de a
Disfrutar en buena compañía porque te sientes en casa aunque sea la primera vez que estás. Descansar, parar, disfrutar de la naturaleza, del calor de la chimenea... todo cuidado y a nuestro favor para poder hacer silencio y estar atentas, esta vez con una invitación a pararnos para descubrir los ecos que la Navidad nos ha dejado para vivirlos en la vida cotidiana. ¿Navidad? Precisamente porque parece que la Navidad pasó hace mucho, se nos queda lejos y ya estamos metidas en mil cosas. Hemos vivido las fiestas llenas de celebraciones, cenas y mucha vida social que son un regalo pero que a veces hacen que otras nos pasen más desapercibidas . Estos días han sido una oportunidad para pararnos y volver la mirada a los regalos que nos hace todo un Dios encarnado en un niño pequeño. Y no son grandes cosas como a veces nos empeñamos en buscar. Regalos en lo sencillo, en lo cotidiano que le hablan a nuestra realidad tal como estamos y somos. Esas pequeñas cosas de nuestro día a día, algo apa